Bienvenidos a mi hogar

"Escribo en este rincón lo que mi corazón susurra cuando el alma grita y la mente no calla"

miércoles, 15 de enero de 2014

Mi corazón Anhela

Recuerdo cuando luchaba por acallar aquellas voces que azotaban mi corazón tan duramente, invocando cada uno de mis miedos, mostrándome una por una mis debilidades, reflejando como un espejo la persona que en ese momento creía ser.

Recuerdo cuan amargos eran los días, caminando como un espíritu por los pasillos de mi hogar, sonriendo como si fuera una máquina, dejando escapar palabras tan vacías como aquello que ocupaba mi interior.

Recuerdo que mi corazón latía a solas, pues ya no había persona por la cual latir. Las mariposas, antes anidadas en mi estómago, volaron libres hacia un nuevo sol.

Aquello ya ha pasado, el dolor ya se ha acabado. Ahora camino sonriendo con la verdad, sintiendo el aire en mi rostro, pues ya no soy espíritu, si no hombre. Mis palabras antes vacías, ahora yacen llenas, listas para ayudar o para enamorar. Las voces ya no hieren, pues mi mente las ha desterrado. El espejo ya no muestra la persona que creo ser, si no en la que me quiero convertir.

Sin embargo, algo no marcha bien, lo presiento. Una parte de mi sigue rota o tan solo está apagada. Aun libre, sin ataduras ni opresores, sigo encerrado, pues aún hay algo que no está reparado.

Aun controlando mi mente, existen fuerzas que la superan, deseos que van a años luz de su entendimiento, pues aunque mi mente reine sobre mi cuerpo, mi corazón reina sobre sí mismo. En él reside aquel veneno que impide que me cure y aun no siendo un veneno mortal, noto que me marchita.

Sonrío al percibir su latido solitario, no es una risa alegre, pero tampoco es triste. Me ha hecho ver la parte de la realidad que se ocultaba en mí, esa realidad me dice que aun siendo fuerte, existe una parte de mí que es débil y que solo el destino puede curar.

Sonrío, pues lo entiendo. Anhelo la esencia de ese sentimiento que se esfumó, pues sin él, una parte de mi seguirá apagada por siempre. Anhelo unos ojos brillantes a los que mirar de cerca, un rostro al que poder recorrer despacio con ellos. Anhelo unos labios que lo callen todo, que me apresen y no me dejen marchar. Anhelo un cabello suave que calme la necesidad de mis dedos, los cuales mueren sin él. Anhelo el viento que empuja hacia mi olfato la fragancia de su ser. Anhelo el roce de piel con piel, calmante de las heridas y fortalecedor del espíritu. Anhelo el sueño calmado que me proporciona su presencia cuando duermo y anhelo el despertar de un nuevo día que ya no ilumina una cama vacía.

Sonrío, pues lo entiendo. Mi corazón late a solas, esperando a quien lo encuentre y ocupe sus anhelos. Late con mucha fuerza, para que escuchen sus latidos con claridad. No se frena ante nada, pues no hay ente divino que lo controle más que él tiempo, el único capaz de decidir lo que vendrá.


Ahora camino despacio, esperando a la dama que quiera ocupar el asiento vacío de mi corazón, deseando que porte el antídoto que cura el veneno que lo aflige, aquel al que llaman amor.

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