Bienvenidos a mi hogar

"Escribo en este rincón lo que mi corazón susurra cuando el alma grita y la mente no calla"

viernes, 31 de enero de 2014

Heroe

Llevo tiempo observándola, oculto entre las sombras. La veo, con su caminar decidido, cargando las bolsas de la compra día tras día a la misma hora. Su caminar es lento, su mirada yace clavada en el suelo continuamente, oculta bajo sus gafas de sol. Su larga melena morena cubre sus hombros y su cuello.

La sigo desde la acera de enfrente, disimulando cuando se gira para que no note mi presencia. Tarda un buen rato en llegar al portal de su piso, más de lo normal, debido a su lento caminar. Deposita las bolas en el suelo, saca sus llaves, busca la que abre el portal y la introduce en la cerradura. Después viene ese gesto, su cabeza se alza y suspira cerrando los ojos. No quiere entrar.

Cuando el portal se cierra, cruzo la carretera y permanezco en la puerta unos segundos, repasando en mi mente lo que debo hacer. Saco la llave, abro el portal y subo las escaleras, guiado por el olor de su colonia aun impregnada en el aire que recorre los escalones. Mientras subo, escucho su puerta cerrarse. Apenas llego a su puerta, la toco con mi mano, como si quisiera golpearla, pero en cambio la alejo, no tengo la fuerza. Me siento pegando mi espada a la puerta, apoyo mi cabeza en ella y cierro los ojos. La siento.

***

Ahí está el, sentado en el sofá con los pies encima de la mesa, con su cerveza, viendo el partido de futbol. El olor a cerrado te obliga a taparte la nariz nada más entrar y no has de mirar demasiado el comedor como para ver la porquería que hay tirada en el suelo. Le saludo, él contesta: “Ya era hora”. Me invento una excusa, que me he encontrado con una amiga, a él le da igual. Dejo la compra en la cocina, los platos están sin fregar, para variar. Coloco la comida y después me pongo a limpiar la cocina, empezando por los platos sucios. El sofá cruje, se escucha un bramido y después el ruido metálico de la lata golpeando la tele, ha marcado el equipo contrario. Yo no digo nada, solo sigo fregando.

Él no ha sido así siempre, al principio era una bellísima persona. Me llenaba de detalles, me hacía sentir una princesa, me hacia reír y me protegía. Siempre sabía lo que decir para hacerme sonreír, pues mi sonrisa era algo que le encantaba. Siempre quería que riera, era muy importante para él y no paraba hasta que por fin la dibujaba, era mi ángel. Cuando empezamos a vivir juntos, nos repartíamos las tareas y la casa siempre estaba limpia. Cuando aparecía por la puerta, se levantaba corriendo a abrazarme y me susurraba al oído un “Te quiero”. Pero de repente cambió y se transformó en el monstruo que es ahora.

Escucho que se levanta, yo mientras termino de limpiar el último plato. Noto como su mano toca mi trasero y lo aprieta con fuerza, yo me muerdo el labio para aguantar el dolor. – Haz la cena.- Dice, mientras abre el frigorífico y se coge otra cerveza. – Y limpia toda esta porquería, tienes la casa hecha un asco.- Asiento, como una niña pequeña.

La cena está terminada, pongo la mesa y lo llamo para cenar. Se levanta, se sienta en la mesa y eructa, esta borracho, seguro. Sirvo la cena, él se queda mirándola con cara de asco. Hasta hace poco le gustaba, pero ahora se ve que no. La prueba, mastica, engulle y me mira. Ahí está esa mirada de nuevo, aquella que augura malos presagios. Su mano coge el plato y lo estampa en mi cara sin pensárselo dos veces. –Esto está asqueroso, ¿quieres envenenarme?- grita, mientras mis lágrimas se mezclan con la sangre que brota de los cortes. Inconscientemente me cubro la cara, su mano me agarra con tanta fuerza que pareciera como si mi brazo fuera a partirse en dos. Me levanta y con la otra mano me cruza la cara. Me empuja y me golpeo la espalda contra la encimera, luego caigo por el dolor.

Los gritos invaden la casa, el ruido aumenta, ha tirado la mesa, me ha gritado “Hazme algo que este bueno” y se ha vuelto a tumbar en el sofá. Agarro mis rodillas y me refugio en ellas, llorando, he de levantarme pronto o volverá a pegarme.

Un ruido me asusta, la puerta de la calle sale despedida estrellándose contra la pared del salón. Alguien entra, es un cuerpo conocido. Alzo la cabeza y cuando veo su rostro me asombro.

***

La patada ha empujado la puerta hacia el fondo, entro con decisión, me giro y la veo. Ella me ve, sus ojos se asombran como si hubieran visto un fantasma, o a alguien conocido. Me basta una mirada para ver sus heridas, su precioso rostro arañado, su brazo izquierdo y su ojo derecho amoratado y sobre todo, aquello que más rompe mi corazón, si mirada llena de lágrimas ocultando su sonrisa.

Él se levanta, viene directo a pegarme, me giro a tiempo de bloquear el primer puñetazo. Golpeo su estómago, vomita, agarro su cuello y empotro su cabeza contra la pared haciendo un agujero. La saco, me giro y dirijo una patada directa a su columna que lo impulsa contra la pared. Arranco la televisión de cuajo, se la estampo en la espalda rompiéndole los huesos. Después lo agarro y lo levanto, lo encaro contra la pared y preparo mi puño, estoy dispuesto a matarlo.

Ella grita, la miro, viene corriendo hacia mí y me sujeta, me separa y se pone frente a él, protegiéndolo. Me quedo observándola, embobado en su bonito rostro desfigurado, tratando de comprenderla y cuando lo consigo, lloro.

El la aparta, me observa y ríe, se mofa al verme llorar, su risa parece diabólica. Cierro los ojos, suspiro, seco mis lágrimas. Ahora él tiene el poder, yo he perdido.

Su puño golpea mi estómago destrozando mis pulmones, su pierna golpea mi rostro, partiéndome la nariz y los pómulos. Caigo boca arriba a tiempo para ver como el sofá me aplasta los huesos. Me agarra la pierna, me saca de los escombros del sofá como si fuera papel, agarra mi cuello y me levanta. Me lleva frente a la ventana de su piso y la destroza usando mi cuerpo, me saca por ella para terminar.

Voy a morir, eso lo supe desde el momento en el que entre a esa casa, porque él era más fuerte que yo, ella lo cubría con su manto. No tengo miedo, sabia a lo que venía, es hora de acabar.

Ella me mira llorando, grita para que el me deje en paz y no me tire, eso me hace sonreír. – Tranquila.- Digo. – No te preocupes por mí. Tu… tan solo… sonríe… Te… quiero.- Termino la última frase, agarro al tipo del brazo y me impulso hacia atrás usando los pies. Ambos caemos al vacío. Pasan apenas dos segundos y el asfalto detiene mi caída, mientras mis ojos se apagan lentamente quedándose con la última imagen, su sonrisa.





jueves, 30 de enero de 2014

Pesadillas

Cuando la luz se esconde y la noche aparece,
las dudas crecen y el cuerpo se adormece,
la guerra se desata y las voces se encienden,
las paredes tiemblan por los golpes que las arremeten.

El sonido es cruel y no atiende a razones,
atraviesa las paredes directo a los corazones,
no hay opciones que valgan contra sus palabras,
no hay refugio más que en la guerra sin barreras.

Cuantas veces resguardado en tu cama,
fingías que dormías mientras observabas a mama,
cuantos sueños te han desvelado,
cuantos dolores de cabeza te han causado.

Levantándote a las tantas por las pesadillas,
causadas por el temor impulsado por sus riñas,
cuantos rezos has dado para ser salvado,
momentos antes de caer en que estas amargado.

Luego despiertas cuando Troya no arde,
llegan las reprimendas por despertarte tarde,
dicen acuéstate antes y no trasnoches,
y mientras tus oídos filtran los reproches.

Luego es normal que bajes las notas,
cuando las palabras te entran rotas,
cuando llegas a clase sin ganas de nada,
cuando tu deseo es encontrar la almohada.

También es normal que lleguen las ralladas,
cuando tus sentimientos chocan en vallas,
impuestas por lo que llaman bondad,
solo aumentando así tu soledad.

El amor es el segundo acto,
tu salvación, tu tregua en un pacto,
pero las dudas lo vuelven imposible,
más aun cuando te sientes invisible.

Quien querrá a alguien con tantas movidas,
quien estará dispuesto a cerrar tus heridas,
como empujar a alguien a tantas desdichas,
cuando tu deseo es dibujarle sonrisas.

Cuantas veces has soñado con sus ojos,
observándote mientras concilias los sueños,
con su olor calmando tus pulmones,
con sus dedos calmando tus lesiones.

Cuantas veces has soñado con sus labios,
y has estado dispuesto a morir por probarlos,
con su nariz rozando la tuya,
dejándole ver tu alma desnuda.

Cuantas veces has pensado en ella,
una mujer sin rostro pero la más bella,
dejándole al tiempo encontrar el momento,
mientras la espera te mantiene en tu tormento.

miércoles, 15 de enero de 2014

Mi corazón Anhela

Recuerdo cuando luchaba por acallar aquellas voces que azotaban mi corazón tan duramente, invocando cada uno de mis miedos, mostrándome una por una mis debilidades, reflejando como un espejo la persona que en ese momento creía ser.

Recuerdo cuan amargos eran los días, caminando como un espíritu por los pasillos de mi hogar, sonriendo como si fuera una máquina, dejando escapar palabras tan vacías como aquello que ocupaba mi interior.

Recuerdo que mi corazón latía a solas, pues ya no había persona por la cual latir. Las mariposas, antes anidadas en mi estómago, volaron libres hacia un nuevo sol.

Aquello ya ha pasado, el dolor ya se ha acabado. Ahora camino sonriendo con la verdad, sintiendo el aire en mi rostro, pues ya no soy espíritu, si no hombre. Mis palabras antes vacías, ahora yacen llenas, listas para ayudar o para enamorar. Las voces ya no hieren, pues mi mente las ha desterrado. El espejo ya no muestra la persona que creo ser, si no en la que me quiero convertir.

Sin embargo, algo no marcha bien, lo presiento. Una parte de mi sigue rota o tan solo está apagada. Aun libre, sin ataduras ni opresores, sigo encerrado, pues aún hay algo que no está reparado.

Aun controlando mi mente, existen fuerzas que la superan, deseos que van a años luz de su entendimiento, pues aunque mi mente reine sobre mi cuerpo, mi corazón reina sobre sí mismo. En él reside aquel veneno que impide que me cure y aun no siendo un veneno mortal, noto que me marchita.

Sonrío al percibir su latido solitario, no es una risa alegre, pero tampoco es triste. Me ha hecho ver la parte de la realidad que se ocultaba en mí, esa realidad me dice que aun siendo fuerte, existe una parte de mí que es débil y que solo el destino puede curar.

Sonrío, pues lo entiendo. Anhelo la esencia de ese sentimiento que se esfumó, pues sin él, una parte de mi seguirá apagada por siempre. Anhelo unos ojos brillantes a los que mirar de cerca, un rostro al que poder recorrer despacio con ellos. Anhelo unos labios que lo callen todo, que me apresen y no me dejen marchar. Anhelo un cabello suave que calme la necesidad de mis dedos, los cuales mueren sin él. Anhelo el viento que empuja hacia mi olfato la fragancia de su ser. Anhelo el roce de piel con piel, calmante de las heridas y fortalecedor del espíritu. Anhelo el sueño calmado que me proporciona su presencia cuando duermo y anhelo el despertar de un nuevo día que ya no ilumina una cama vacía.

Sonrío, pues lo entiendo. Mi corazón late a solas, esperando a quien lo encuentre y ocupe sus anhelos. Late con mucha fuerza, para que escuchen sus latidos con claridad. No se frena ante nada, pues no hay ente divino que lo controle más que él tiempo, el único capaz de decidir lo que vendrá.


Ahora camino despacio, esperando a la dama que quiera ocupar el asiento vacío de mi corazón, deseando que porte el antídoto que cura el veneno que lo aflige, aquel al que llaman amor.

sábado, 11 de enero de 2014

Alma Errante

Como un tonto caminando en la noche oscura,
en busca de aquella parada que tanto ansia,
pasando por delante de tanta locura,
agachando la cabeza creyendo que se escondía.

El sabía que era en vano aquella travesía,
que al final de ella nada se encontraba,
pero era tan fuerte lo que lo movía
que ni el frío ni la duda lo paraba.

Pobre alma errante con fe desdichada,
movido por la falsa luz de la esperanza.
Creyendo que al final se encontraba su amada
cayo sin querer en el pozo de la añoranza.

Añoranza, de aquellos momentos vividos,
en los que ella y él tan solo eran amigos,
cuando hasta las tantas se quedaban hablando
y el tiempo se les escapaba volando.

Después de aquello, vino la atracción,
el, inocente, se declaró entre sonrisas.
Ella pareció abrir su corazón
pero decidió que su amor fuera a escondidas.

El aceptó como un niño
y vivieron ocultando su cariño,
besándose a escondidas de las personas
dándose la mano bajo las sábanas.

Pero sin duda, ese sentimiento crecía,
el deseo de tenerla delante y no poder besarla.
En su mente todo se torcía,
y sus palabras no hacían más que alejarla.

Y así es como todo se acabó,
ella decidió que fueran amigos,
el, hundido, se enfadó,
y su amor acabó ahogándose entre gritos.

Pobre hombre derrotado,
combatiente de batallas perdidas.
Acabando triste y desolado,
en su mente solo había heridas.

Pero la luz de la esperanza seguía encendida,
aún herido decidió seguir adelante.
Otra chica entraría en su vida
y dejaría de ser un alma errante.

El lucho por ella y bien lo sabe,
aún hundido reforzó su semblante,
estaba dispuesto a ser la clave,
por la que la chica siguiera adelante.

Pasó el tiempo y no hubo respuesta,
esperó a que ella decidiera,
El destino le ganó la apuesta
pero eso no hizo que cayera.

Aunque el chico perdió la batalla,
gano la fuerza que necesitaba.
Ahora con la cabeza alta vaya donde vaya,
escribe su historia esperando ver donde acaba.

jueves, 9 de enero de 2014

Dia y Noche

El día comienza con el sonido animado de una alarma. Enfurruñado, lucha contra las sabanas que atrapan sus manos sedadas, intentando acallar la música que penetra sus oídos para despertarlo. Basta con que un ojo se abra para volver a la vida, pues no hay más opción al sueño tras el despertar.

Lo que después viene es el irritante sonido de la rota persiana que se arrastra subiendo con desdén. Cuando alcanza la cima, la cálida luz invade su habitación, aun cuando el día es oscuro y lluvioso. Sabe que está seguro en la luz, pues en ella no hay dolor ni maldad, solo paz. No importa lo dormido que esté, ni lo mal que haya pasado la noche, el día lo protege como el aura dorada de un ángel guardián.

Se dispone a hacer su rutina, el desayuno, encender el pc, leer lo que le gusta, ver las novedades del Facebook. Sonríe cuando lee que un amigo o amiga importante le ha escrito, realmente siente aprecio por ellos, más del que nadie podrá entender. Ejerce cuando puede sus funciones como amo de casa, limpiando,  haciendo la comida, fregando y tras caer la tarde, se prepara para dirigirse a su centro de estudios.

La tarde es la balanza entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el día y la noche. Sabe que le quedan 6 horas para que llegue la oscuridad y bien sabe dios que las disfruta. A veces lo hace junto a sus amigos, otras frente a sus compañeros, realmente está bien cuando está en clase aunque sepa lo que le espera. Valora el tiempo que pasa junto a sus seres queridos, sus amigos, pues son la fuente de la paz que le hace feliz.

Cuando se torna la noche todo se desmorona. La oscuridad invade el cielo y los demonios despiertan, escalando poco a poco el averno en busca de sus presas. Él sabe lo que le espera, está acostumbrado, es un ángel de alas rotas (o eso es lo que dicen), ha peleado contra ellos en incontables ocasiones. Sin embargo, su lucha es más difícil que ninguna, pues como ángel caído, tiene sentimientos humanos y una familia, la cual es presa fácil de cualquier demonio.

Todo comienza igual que la anterior noche, gira la cerradura que abre la puerta a su hogar, en un principio no ocurre nada y durante unas horas así lo parece. Cena solo, en su habitación, su cueva, su santuario. En ella está protegido del contacto físico, pero no de las voces. El sonido penetra por cualquier hueco, el percibe ese tono de voz que caracteriza a los demonios y sabe que la batalla ha comenzado. Se piensa mil y una vez el salir ahí fuera, su mano tiembla en la manivela que le separa del combate. Sabe que no va a ganar, que es una batalla perdida, pero sale una vez mas y lucha.

Un hedor putrefacto invade el hogar, las voces retumban en las paredes cada vez mas fuerte. Observa las habitaciones y agacha la cabeza. Demasiado tarde, ya ha perdido. El demonio yace acostado, pues ya ha ganado la batalla. No hay forma de luchar contra él cuando duerme, pues haría daño al humano que duerme junto a él.

De noche, en su santuario, yace sobre su cama. Recuerda las voces golpeando su mente, el hedor se mantiene en su olfato, pero lo que mas le duele, es que ha vuelto a perder. Unas veces lucha, logrando vencer, pero al día siguiente vuelven mas, nunca se acaba. Se maldice y cierra los ojos, creyendo que así todo acabara, esperando a que la luz del día vuelva a protegerlo, deseando descansar. Pero no hay descanso alguno cuando se  vive en el reino de un demonio. La noche pasa en calma y comienza un nuevo día.

El día…